Leonardo Cositorto hoy espera sentado en el penal de Bouwer en Córdoba, acusado de ser el jefe de una de las estafas piramidales más grandes de la historia argentina, con una trama que comenzó en Belgrano y terminó en Dubai y República Dominicana. El daño estimado por la Justicia cordobesa es de 120 millones de dólares.
Antonella Belén Rocha Fernández, de 22 años, beneficiaria de un plan para acceder a una garrafa y un Plan Progresar, sin un empleo en blanco registrado en su historia, espera sentada en una celda de la Policía Bonaerense en La Plata. Su historia, aunque similar, es mucho más modesta.
En los últimos meses, según las acusaciones en su contra, Antonella publicó un estado en sus redes sociales. Compartió su número de CBU con la promesa de, mágicamente, multiplicar el dinero, tal como Cositorto.
Los intereses eran fabulosos: hasta el doble, mucho más que lo que ofrecía, por ejemplo, Hope Funds, el truco de Enrique Blaksley, o Generación Zoe mismo. Como cualquier estafa Ponzi, tiene que funcionar al principio. Si no paga, nadie invierte, al menos en un comienzo.
Así, la gente, feliz, recomendaba. Otros preguntaban, a ver qué tal el negocio. Los grupos de compra y venta de Facebook en Ensenada, escenario de cualquier conversación barrial, servían de foro. “¿Alguien que haya invertido con Antonella Rocha que me expliquen cómo es para invertir?”, preguntó una mujer el 26 de octubre. “Tenés que transferir directamente y pasarle el comprobante por WhatsApp”, le dijo otra, que la alertó, incluso, de perfiles falsos y que trate solo con, insólitamente”, la cuenta oficial
“Me parece que no cobran más”, advirtió otra. Documentaban sus planteos con capturas de pantalla de chimentos. Dijeron que Antonella -sin un empleo en blanco- le habría comprado “tremenda moto SIN ESFUERZO” a su novio. La joven comenzó a postear excusas en sus redes. Las demoras de pagos ya habían comenzado, tal como con Cositorto.