Juicio a la policía imputada por asesinar a sus dos hijos: “Si me la hubiera llevado, Sofía estaría viva”, declaró uno de los padres

Redaccion
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En el primer día del debate oral declararon las compañeras de la policía Marina Silva, una de ellas su prestamista. Carlos Ojeda de la Rocha, padre de la niña de 7 años, apuntó que la mujer «estaba en cosas turbias».

“El día anterior yo le dije que la iba a buscar, pero ella se arrepintió de dármela. Si hubiese sido así, hoy Sofía estaría viva”, sentenció Carlos Miguel Ojeda de la Rocha mientras giraba la cabeza hacia un costado y miraba fijamente a Marina Abigail Silva, la policía imputada por el filicidio de Sofía, de 7 años, y Bautista, de 2. Como si los dos disparos, uno en la cabeza y otro a la altura del corazón, los hubiese recibido él junto a su hija el primero de octubre de 2024. Silva respiró entrecortado, se secó las lágrimas y escuchó, casi sin moverse, las cinco horas que duró el primer día del juicio.

Ojeda y Jonathan Funes, padre de Bautista, entraron juntos al Poder Judicial este lunes a primera hora de la mañana. Con ellos estaban sus familiares más cercanos. Nancy Rosales, bisabuela del más pequeño, llevaba una remera con el rostro de los niños. “Es el diablo vestido de mujer”, afirmó sobre Silva antes de iniciar el juicio, que escuchará atentamente desde un banco trasero. Su nieto, Jonathan, no pudo ingresar al recinto ya que declarará el martes.

El tribunal está conformado por Adriana Lucero Alfonso y los vocales Ariel Parrillis y Eugenia Zabala Chacur. El juicio por “homicidio doblemente calificado por alevosía y el vínculo agravado por el uso de arma de fuego” inició con un pedido claro de la Fiscalía, a manos de Virginia Palacios, y la querella, encabezada por Esteban Bustos: prisión perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Sostenidos por la planificación meticulosa, los mensajes previos y las pericias que hacen irrefutable la responsabilidad penal de Silva.

Palacios explicó que la imputada primero verificó que su arma reglamentaria funcionara, efectuó un disparo sobre el colchón de la cama matrimonial donde sus dos hijos dormían. Le colocó a Sofía y Bautista una almohada y una toalla sobre la cabeza y el pecho para amortiguar los sonidos. Efectuó los dos disparos en cada pequeño, uno a la altura del corazón y otro en la cabeza. Posteriormente, escribió una carta pidiendo disculpas y dos carteles que pegó uno en la puerta principal y otro en la trasera, advirtiéndole a la familia que no entrara, para que no vieran los cuerpos, y que llamaran a la Policía.

Además, envió mensajes al WIN –software policial utilizado para agilizar las intervenciones y la toma de decisiones– de la comisaría 34 de Juana Koslay, donde trabajaba, para que fueran al domicilio y se hicieran cargo de los dos cuerpos de sus hijos.

“No sé cuál va a ser la hipótesis de la defensa. Me cuesta pensar cómo van a defender a esta persona. Pero acá hay un designio inequívoco de querer dar muerte a dos criaturas, a Bautista y a Sofía. Y este Ministerio Público Fiscal, desde este primer día hasta que termine el juicio, va a poner todo el esfuerzo para demostrar que esto fue así y que esta mujer tiene que recibir la condena que se merece”, sentenció Palacios. Y, anticipándose a la hipótesis de la defensa, añadió: “Aquí no hay raptos de locura”.

La defensa estaba a cargo de José Luis Guiñazú, pero por una licencia fue encabezada por Agustina Rocío Tobares, quien apuntó directamente a la salud mental de Silva, los problemas económicos, la violencia de género que sufría, e hizo foco en que la policía cuidaba sola a sus hijos y en su incapacidad de tomar decisiones coherentes.

“No vengo a negar lo ocurrido, sino a explicar en qué circunstancias pasó y cómo se encontraba esta persona, poniendo en un justo contexto lo que realmente sucedió. En ese instante no pudo gobernarse como la ley presume de si podríamos hacerlo todos nosotros”, apuntó Tobares. Y explicó que Marina “no actuó con malicia ni frialdad, sino desde un estado de desesperación y desequilibrio emocional, en un contexto de violencia de género, de presiones económicas insoportables, de abandono familiar y de amenazas constantes de quienes le reclamaban un cúmulo de deudas. Vamos a probar también que existió un móvil dentro de esa realidad desbordante, que el entorno la superó y que su accionar fue resultado de un colapso emocional y mental, y no de una voluntad libre ni racional”.

Padre de Sofía: “Se me terminó la vida”

El primer testigo en declarar fue Ojeda. El hombre sufrió un accidente de tránsito que lo dejó cuadripléjico días previos al asesinato de su pequeña. Todavía enfrenta las secuelas e, incluso, no sabía si podría declarar en el juicio, ya que este miércoles volverá a ser operado.

Carlos la tiene tatuada en su piel en letras mayúsculas y tipografía gruesa que grita “SOFÍA”. La última charla que tuvo con ella fue una videollamada desde el hospital, donde la pequeña le mostraba el diente que se le había caído; lo siguiente se sabría es a través de las redes sociales donde leyó que su expareja la había asesinado de dos disparos.

No pudo ir al velatorio de su hija, y cuando la fiscal le preguntó si conocía a Silva, la miró fijamente —quizás pensando que hasta la posibilidad de despedirse de sus restos le quitó— y dijo “sí”. “Como madre era buena”, agregó con un gusto amargo sin dejar de ver a la mujer, y añade que Sofía “quedó en la edad de 7 años”.

La última vez que se dirigió directamente a Silva fue para recordarle la conversación que tuvieron previo a los asesinatos. “Ella me la ofreció y yo le dije que sí. Ese día yo le iba a ir a buscar pero ella se arrepintió. Si me la hubiera llevado, ahora mi hija estaría viva”, lamentó.

Infidelidades, denuncias por violencia de género y amenazas

En su turno de interrogar al testigo, Tobares precisó en dos denuncias por violencia de género que Ojeda tenía: una de Silva, que escaló hasta una orden de restricción, y otra de su expareja y madre de su otro hijo. En la primera explicó que la situación era a la inversa: fue la Policía quien lo hostigaba, e incluso dijo que hacía abuso de poder, algo de lo que la acusó de hacer siempre, y que los compañeros de ella “le hicieron la vida imposible”. En el segundo caso reconoció: “Mi ex me hizo una denuncia cuando nos separamos por violencia psicológica. Yo se la acepto porque me fue infiel con un policía”, explicó.

Las compañeras de Silva: una de ellas, su prestamista

La subcomisario Marisela Roxana Salinas y la oficial principal Mariana Belén Gutiérrez Schiro, quienes trabajaban junto a Silva en la Comisaría 34° de Juana Koslay, fueron las siguientes testigos de la fiscalía.

Ambas estaban de guardia cuando llegaron dos mensajes a las 7 de su compañera al WIN: les pedía que fueran a la dirección de su vivienda y que la puerta estaba abierta. Las mujeres explicaron que asistieron hasta el domicilio, luego de que un efectivo del Comando Radioeléctrico les alertara sobre que los niños de Silva no respiraban; sin embargo, ninguna entró a la habitación donde estaban los cuerpos, pero sí dieron detalles de cómo encontraron la vivienda: ordenada, con los carteles que advertían a la familia no entrar a la pieza, y en la mesada del comedor los tres DNI —Silva, Sofía y Bautista— ordenados en fila junto a la credencial policial. Además, una carta donde se disculpaba por los crímenes.

Salinas, notablemente más nerviosa que Gutiérrez, respondió escuetamente a las dudas de la fiscal, quien, poniendo a prueba su paciencia, repitió y reformuló las preguntas en algunos puntos tan obvios que provocaron suspiros de impaciencia e irritabilidad del público, mayormente familiares y prensa, que seguían atentamente el juicio.

La subcomisario Marisela Roxana Salinas (Foto Lautaro Sánchez)

Salinas dejó en claro que no compartía guardias con Silva, que la veía de pasada en los últimos tres años que trabajaron juntas, y que siempre hablaba de sus hijos, a quienes “cuidaba muy mucho”. La oficial coincidió en que siempre contaba si tomaban leche, qué galletitas le gustaban a Sofía, y evaluó que los niños eran “todo para Marina”. Ambas afirmaron que era buena compañera, responsable y prolija.

Además, Gutiérrez explicó que ambas conversaban sobre cómo el sueldo no era suficiente para cubrir los gastos. “Decía que estaba cansada del trabajo y de los niños, y que el dinero no le alcanzaba”, justificó. También detalló que, en algunas oportunidades, llevaba a los niños a la comisaría porque no tenía quién los cuidara, ya que los padres no vivían en San Luis capital ni cercanías.

Tobares le preguntó a la oficial principal si alguna vez le había prestado plata, a lo que respondió que sí, aunque fue vaga en los montos y plazos de devolución. Por lo que la defensa utilizó la declaración jurada de Gutiérrez a los pocos días del crimen. Allí, con su firma reconocida, se detalla que la mujer le hizo dos préstamos que Silva debió devolver con intereses.

Una primera entrega de dinero fue de 300 mil pesos, que la madre de Sofía y Bautista devolvió en dos cuotas de 240 mil pesos cada una. Luego hubo un segundo préstamo de 400 mil que la mujer regresó en tres meses, con montos mensuales de 300 mil pesos.

oficial principal Mariana Belén Gutiérrez Schiro. (Foto Lautaro Sánchez)

“¿Usted, como personal de seguridad, sabe que esta cuestión podría llegar a considerarse una usura y que está prohibida por la ley?”, apuntó Tobares. A lo que Palacios se opuso por falta de relevancia en el juicio, y la jueza hizo lugar, ya que se le estaría imputando un delito y Gutiérrez tendría derecho a negarse a contestar.

La escena del crimen

Los siguientes testigos fueron el oficial Clemente Mamani, el primero en llegar a la escena del crimen y ver los cuerpos; y Diego Albornoz, oficial inspector de la división Homicidios. Ambos dieron detalles de la vivienda, su disposición y la escena del crimen.

Mamani explicó que la primera persona que se encontró fue Melina Silva, hermana de la policía, quien vive detrás de la casa de Marina. Primero vio a Bautista: tenía el rostro pálido y no se movía; la mitad de su cara era un manchón rojizo en la pared sobre la que estaba apoyado el cabezal de la cama. “Estaba todo rociado”, describió lo que después detalló sería sangre.

Ante semejante imagen, salió del cuarto y se dedicó a preservar la escena del crimen, sacó a la tía de los pequeños del lugar y llamó para pedir refuerzos a Gutiérrez y Salinas. Luego volvió a ingresar para descubrir el segundo cuerpo: el de Sofía.

“Al costear la cama veo un segundo cuerpo, de una niña que estaba tapada por la mitad del cuerpo, y me detengo a observar detalladamente: pálida, blanca y sin ningún tipo de respiración”, describió.

Albornoz completó la escena: Bautista y Sofía estaban en la única habitación de la casa que tenía la luz apagada. Uno acostado al lado del otro, ambos recostados boca arriba con sus extremidades extendidas. La niña tenía una musculosa blanca, teñida de rojo, y abajo, en ropa interior; el más chiquito estaba en remera y con el pañal puesto.

La Fiscal Virginia Pallacios con las cartas qeu dejó Silva. (Foto Lautaro Sánchez)

Según la investigación, durante esa madrugada Silva abrió una garrafa para adormecer el ambiente. Luego tomó su arma reglamentaria calibre 9 milímetros, probó un disparo contra el colchón para asegurarse del funcionamiento y, con una almohada y una toalla sobre el rostro de cada niño, disparó dos veces a quemarropa: uno en el pecho y otro en la cabeza. Los peritajes confirmaron que los disparos fueron efectuados a menos de dos centímetros de distancia.

En la mesa del comedor dejó cartas en las que pedía perdón, hablaba de sus deudas y aseguraba que no quería que sus hijos fueran “una carga para nadie”. En las puertas colgó carteles con mensajes como “No entrar, llamar a la Policía”. Textos que Albornoz leyó en voz alta para toda la sala.

Las imágenes del hallazgo de los cuerpos fueron exhibidas y discutidas a tribunal cerrado. La querella pidió que se eximiera a la madre de las imágenes, pedido que fue aceptado por la jueza. Al permitir el reingreso, algo estaba claro para todos: el asesinato de los dos pequeños fue premeditado.

 

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